Sergio Ramos llamó «sinvergüenza» a Ayza Gámez y reiteró el insulto a un árbitro asistente: «¡que sinvergüenzas sois!»
He querido repescar este artículo sobre Sergio Ramos escrito el 10 de enero de 2013 porque nunca es de sobra hablar sobre los valores que deben darse en el fútbol. Así que, teniendo en cuenta que no es un artículo de hoy por cronología, sí que es un texto actual, ya que el respeto en este deporte debe ser una actitud presente y vigente siempre.
Ayer, en el partido de Copa que enfrentaba al Real Madrid con el Celta de Vigo, el jugador madridista Sergio Ramos insultó, al ser expulsado por doble amonestación, al árbitro Ayza Gámez. Según el acta del partido, éste es el texto que quedó reflejado en la misma: Nada más mostrarle la segunda tarjeta amarilla al dorsal 4 del Real Madrid, Sergio Ramos García, este jugador se dirigió a mi persona en los siguientes términos: “Eres un sinvergüenza”, repitiéndome esta frase tres veces, y “llevas todo el puto día jodiéndonos”, repitiendo esta misma frase dos veces. Posteriormente, y cuando llegó a la altura de los banquillos, se dirigió a un árbitro asistente en los siguientes términos: “siempre igual, que sinvergüenzas sois”, repitiendo esta frase dos veces.
La consecuencia normal o natural de esta verborrea habrá venido fundamentada por un supuesto error del árbitro.
Vamos a suponer ahora que el árbitro se equivocó, que su decisión perjudicó al futbolista. ¿Es razón suficiente para llamarle sinvergüenza? ¿Con qué derecho cree Ramos que puede insultar?
El respeto y la dignidad, principales razones de ser en el fútbol
Sergio Ramos, el año pasado, falló un penalti que tiró a las nubes ante el Bayern Munich. Su equipo no pudo pasar a la final de la Champions. No recuerdo quien era el árbitro, da igual, pero, me pregunto qué hubiera pasado si tras marrar el tiro, éste se hubiera dirigido al jugador y le hubiera dicho algo así: “tu error ha perjudicado a tu equipo, eres un sinvergüenza -y se lo hubiera repetido tres veces-. Imagino que el poder mediático futbolero hubiera provocado un levantamiento que dejaría en evidencia y en ridículo al del dos de mayo de 1808. En matemáticas existe una “propiedad conmutativa” que es muy simple: si A es igual a B, entonces B es igual a A. Podríamos especular que A sería error del árbitro igual a insulto del jugador y B error del jugador igual a insulto del árbitro. Menos mal que en el fútbol la propiedad conmutativa no se cumple ni por casualidad.
Estoy cansado ya de escribir que los jugadores de élite olvidan siempre que son un espejo en el que se miran los más jóvenes, que son referencia para ellos, hasta, incluso, exagerando la nota, unos dioses. Esta indiscutible condición de influencia es suficiente motivo para que fueran lo convenientemente adultos para no exteriorizar su ira de esta manera tan ordinaria.
Mis hijos ya son mayores, pero si estuvieran en edad y quisieran jugar a fútbol, majaderías como las de Sergio Ramos me moverían a convencerles de que practicaran deportes en los que el respeto y la dignidad sean principales razones de ser.
* Fui Agente de Jugadores licenciado por la RFEF durante 11 años. Sentí vergüenza muchas veces por ejercer esta profesión y le pedí a la federación que retirara mi licencia. Hoy, soy feliz, vuelvo a disfrutar de este gran deporte. Ramón Alfil.