«Los impresentables ven que el fútbol, demasiadas veces, alimenta su deseo de seguir siendo gentuza»
Gentuza en el fútbol. Durante los disturbios ocurridos antes del encuentro disputado entre el Athletic de Bilbao y el Spartak de Moscú fallecido un ertzaina (llamado Inocencio Arias, que en paz descanse).
Sí, ya sé que se dirá que los ultras rusos eran unos vándalos (y lo son) y que no representan al fútbol, pero lo que es innegable es que este tipo de gentuza venía a ver un partido de fútbol, no uno de rugby o de tenis, y no una obra de teatro o un concierto de ópera. Venían al fútbol.
Mucha gentuza va al fútbol y se encuentra cómoda en él. ¿Por qué? Buena pregunta, ¿eh? Se encuentra cómoda, por ejemplo, porque el fútbol genera rivalidades insanas en las que se ve como (casi) normal que una afición insulte a otra o al árbitro, que se hable de un acontecimiento deportivo como si fuera una guerra, una batalla en la que hay que ganar como sea (como si el resultado de un partido fuera más crucial en la vida de la gente que la solidaridad o que el empleo digno, por poner dos ejemplos).
La gentuza en el fútbol se encuentra cómoda porque en este deporte ven actitudes con las que se identifica: un jugador al que las cámaras cazan insultando a un rival o a un árbitro, otro que finge para ganar en vez de ser honesto (a la gentuza le encanta la falta de honestidad; le encanta pisar la dignidad del otro; le encanta todo lo que no tenga que ver con el respeto y la concordia).
«Que el fútbol no siga siendo un espacio en el que la falta de valores habita placenteramente»
La gentuza en el fútbol y los impresentables ven que este juego, demasiadas veces, alimenta su deseo de seguir siendo gentuza; ven que el fútbol no les da motivos para reflexionar sobre su mísera condición.
Lógicamente, es más cómodo que ir al teatro o al tenis, donde su esencia de gentuza les haría quedar en ridículo, los pondría en una situación en la que la reflexión, por muy gentuza que fueran, tendría que aparecer, y la gentuza odia que la pongan a pensar, que la pongan delante de valores que de verdad merecen la pena.
Inocencio Arias ha fallecido; eso, tristemente, no va a cambiar. Pero, al menos, podemos intentar (pero de verdad) que el fútbol no siga siendo un espacio en el que la falta de valores habita placenteramente. Podemos intentar que sea lo que todo deporte debe ser: una fuente de inspiración para crecer como personas. Podemos intentar que la gentuza, dentro del fútbol, se sienta sumamente incómoda; y hasta, por qué no, que empiece a pensar que quiere dejar de ser gentuza.