Algunos aseguraban que Jesé era el futuro sustituto de Cristiano Ronaldo. Pero algo se torció.
Jesé Rodríguez es – o era – un jugador de fútbol. Cuando militaba en el Castilla, batió el récord goleador en una temporada que ostentaba una leyenda blanca, Emilio Butragueño. A sus 25 años tiene un palmarés envidiable: Dos Copas de Europa, un Mundial de clubes, una Supercopa de Europa, una Liga, una Copa del Rey, todas ganadas con el Real Madrid; y una Copa de la Liga y una Supercopa de Francia con el Paris Saint-Germain.
Algunos aseguraban que Jesé era el futuro sustituto de Cristiano Ronaldo. Pero algo se torció. Tuvo una grave lesión y no volvió a ser el mismo. Fue traspasado al PSG, donde no triunfó dejando más escándalos que goles. Tras una cesión a la U.D. Las Palmas, con más pena que gloria, este año recayó en el Stoke City, y según cuentan los medios ingleses, será despedido, hartos de sus desplantes, envuelto en agrias polémicas ajenas al fútbol. Es un juguete roto.
Jesé no es un caso excepcional
En todos los ámbitos nos podemos encontrar casos semejantes a este. Suelen ser jóvenes que han ganado una elevada cantidad de dinero muy rápido y no han sabido administrarlo con cabeza: Deportistas de alto nivel, actores, gente del mundo de la televisión y la farándula…
En alguna ocasión suele aparecer en los medios de comunicación algún famoso que se encuentra solo, arruinado, triste, al borde de la depresión o que ha muerto en el más absoluto de los olvidos. Sin ir más lejos, por el albergue de personas sin hogar donde trabajo, han pasado músicos de bandas internacionales famosísimos, cuyas canciones nos sabemos todos; personajes de la televisión y del mundo del espectáculo. Si yo les contara… No es oro todo lo que reluce. Resulta dramático verlos llegar a nuestro centro, totalmente abatidos. Con la sensación de haber tocado fondo.
Esta es la sociedad que hemos creado. Todos somos responsables. La trituradora de carne. Los utilizamos para hacernos reír, y cuando nos cansamos de sus gracietas, los despreciamos. Que pase el siguiente. El espectáculo debe continuar. No todos saben asumir ese paso a un lado y terminan devorados por el alcohol o las drogas. O participando lastimeramente en programas de telerrealidad, enfangándose aún más. O sencillamente olvidados. Pero ¿a quién le importa? Son solo unos peones en la partida de nuestra vida. Quizá hoy me sienta demasiado sensible, pero a mí me duele ver a alguien destruido, o cuando llegan al albergue donde trabajo. En ese momento se sienten los seres más despreciables del mundo. Es terrible cuando han tenido tantas posibilidades y no las han sabido aprovechar. Quizá si en lugar de inculcar a nuestros hijos que deben buscar el éxito, el dinero, el lujo, o el reconocimiento banal, les enseñáramos a tener valores, alguno se podría salvar.