El gol de Nayim | El Real Zaragoza es uno de los clubes históricos del fútbol español. En la actualidad no está atravesando uno de sus mejores momentos, ya que la Segunda División no debería ser el hábitat natural futbolístico de los maños; tanto por el nivel de la ciudad, como por la historia que acarrea este club. Recordemos que ha disputado 59 temporadas en Primera División y que es el séptimo club por número de títulos de España.
Los blanquillos han vivido momentos inolvidables, pero si hay que destacar uno muy especial fue el de aquella noche del 10 de mayo de 1995 en París, en el Parque de los Príncipes, al lograr ganar la final de la Recopa al Arsenal inglés.
El gol de Nayim que bajó del cielo de París para darle una Recopa al Real Zaragoza
Así lo relataba el periodista del Heraldo de Aragón Alejandro Lucea
Fui uno de los afortunados que presenciaron allí mismo, en directo, el momento mágico del zaragocismo. Ocupaba mi lugar en la cabina de Radio Heraldo, desde donde Salvador Asensio, Valeriano Jarné y yo retransmitíamos lo que para nosotros era el partido del siglo.
Después de vibrar con el gol de Esnáider que nos acercaba al título y de que empatase Hartson, el encuentro se fue a la prórroga. Veía discurrir esta sin grandes altibajos, encaminándose a la lotería de los penaltis, pero entonces surgió lo inesperado.
Quedaba menos de un minuto para el final, era una jugada marginal, un balón en la banda a cuarenta metros del área adversaria. Y se produjo. Es el gol por antonomasia, el auténtico, el que hizo historia, el que ha quedado grabado para siempre en el recuerdo de los zaragocistas.
Treinta segundos, un balón y dos protagonistas, Nayim y Seaman. Aquel, técnico, habilidoso, con talento. El portero, experto, veterano, una institución en el Arsenal. El esférico le llegó bien al centrocampista, con un bote franco, miró hacia adelante, vio al guardameta adelantado.
Decidió en décimas de segundo, lanzó con fuerza un balonazo al aire y se quedó observando la trayectoria envenenada que iba tomando. Se detuvo el tiempo en el estadio y todos, españoles e ingleses, contuvimos la respiración. El balón caía en una parábola perfecta sobre la puerta británica. Seaman reculaba sin tiempo. En el micrófono Salvador Asensio gritaba: «¡Va adentro, va adentro!». Y todos cantamos el gol. Es el único gol que he cantado en mi vida por la radio a pesar de que he comentado cientos de partidos.