Adiós, quiniela, adiós… Fue un placer

Quiniela antigua

Las casas de apuestas y los caprichosos horarios de la liga de fútbol profesional han matado a la que fue la gallina de los huevos de oro durante muchos años

Hacer una quiniela es uno de esos pequeños placeres que, como otros en la era Internet, se van diluyendo hasta quedar en su más mínima expresión.

Aquello de sentarse tranquilamente en una mesa, bien en casa o en el bar de barrio con un café y un bolígrafo al lado, para rellenar la quiniela del domingo ya no es lo que era. Porque a muchos les extrañará, pero antes se jugaba al fútbol sólo los domingos y alguna fiesta de guardar.

Primero se requería un repaso visual del 1 al 14 con el ceño fruncido, bolígrafo en mano como un arma en posición de descanso debidamente engrasada y preparada para la batalla.

Luego, a rellenar cada casilla con sumo cuidado, no fuéramos a salirnos de los márgenes y la máquina nos rechazara el boleto. Era necesario poner cara de seleccionador nacional, sacar ese entrenador que todos llevamos dentro antes de pronosticar.

Sorbo de café y cigarro (eran otros tiempos).

Hacer una quiniela requería alimentar el ego, amarse a sí mismo incluso, ser un entendido en fútbol, un verdadero conocedor de la materia. Se entonaba con ritmo cada partido y se cantaba el signo pronosticado con la dureza del mazo de un juez al dictar sentencia: Real Madrid – Español: ¡UNO! Vamos, era seguro. Luego venía Tamudo y te desmontaba los planes. Adiós al viaje, a la entrada del piso, a la reforma del baño y la cocina, al cochazo…

Del rito semanal de la quiniela a los salones de juego tipo presencial y plataformas de Internet

Así y todo, a partir del lunes se repetía el rito: boletos, boli, un café caliente y el cigarro reglamentario (eran otros tiempos). Todo con el rigor científico y la seriedad que la situación de hacer una quiniela requería: libros de combinaciones, el marca, el as, apuntes de estudios estadísticos que hacían las peñas y… una figurita de resina de San Judas Tadeo, patrón de los imposibles, por si acaso.

Hoy leo con tristeza que la quiniela está en horas bajas. Las casas de apuestas y los caprichosos horarios de la liga de fútbol profesional han matado al monopolio, a la que fue la gallina de los huevos de oro durante muchos años. En unos años el bajón de ingresos en el juego de la quiniela ronda el 70 %.

Lo del sorbo de café, calada al cigarro (eran otros tiempos) y papel y boli ha mutado a salones de juego tipo presencial y plataformas de Internet que mueven los millones a paladas virtuales.

Fue un placer mientras duró. Adiós, quiniela, adiós…